Un estudio de rayos X es un procedimiento indoloro y sumamente común usado para producir imágenes del interior del cuerpo. Se trata de una forma muy efectiva de dar un vistazo a los huesos y encontrar una serie de condiciones.
Este suele realizarse en los departamentos de Imagenología de un hospital, y técnicos especialistas llamados radiógrafos son los que se encargan de ellos. A continuación, examinamos a grandes rasgos el estudio.
¿Qué son?
Los rayos X son una forma de radiación electromagnética similar a la luz visible; sin embargo, debido a su mayor energía, estos pueden traspasar casi todos los objetos, incluyendo el cuerpo. Los rayos X médicos se utilizan para crear imágenes de los tejidos y las estructuras al interior de un organismo. Si estos atraviesan el cuerpo y además pasan por un detector ubicado atrás del paciente, se formará una imagen que podría definirse como la “sombra” del objeto. Las imágenes resultantes se conocen como radiografías.
Los rayos X pueden clasificarse en suaves y duros. Los primeros tienen una longitud de onda relativamente corta —de unos 10 nanómetros—, lo que los coloca en el rango del espectro electromagnético, entre la luz ultravioleta y los rayos gamma. Los duros, por otro lado, tienen una longitud de onda de 100 picómetros, por lo que ocupan la misma región del espectro electromagnético que los rayos gamma, que se originan del núcleo atómico; los rayos X se producen por la aceleración de electrones, en el exterior.
¿Cómo funcionan?
Los rayos X son un tipo de radiación que pasa por el cuerpo. No pueden verse por el ojo humano y tampoco pueden sentirse. Conforme pasan por el cuerpo, su energía es absorbida a distintos ritmos por diferentes partes de este. Un detector ubicado del otro lado recoge los rayos después de su paso, convirtiéndolos en imágenes.
Las partes más densas del cuerpo, por las que es más difícil que pasen los rayos —como los huesos—, se muestran en color blanco. Las más suaves —como el corazón o los pulmones— se muestran oscuras.
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¿Cómo se realiza el estudio?
Una radiografía se puede realizar de forma ambulatoria o como parte de la atención hospitalaria. El procedimiento suele ser el siguiente:
- El paciente se quita la ropa o la joyería que pudiera interferir con la exposición del área del cuerpo que será examinada. Una bata siempre está disponible.
- La persona se posiciona a un lado de la mesa de rayos X, la cual alberga la placa donde se plasmará la imagen. Dependiendo del área a examinarse, es necesario sentarse o quedarse parado.
- Es normal que las partes del cuerpo que no serán examinadas se cubran con un delantal de plomo para evitar exposición a los rayos X.
- Se apuntan los rayos al área que será examinada. El paciente debe quedarse completamente inmóvil por unos segundos; de lo contrario, la imagen saldrá borrosa. Mientras, el radiógrafo permanece en una habitación contigua para no exponerse.
- Dependiendo del estudio, podrían necesitarse imágenes de distintos ángulos.
¿Qué muestra?
Una radiografía muestra fracturas, algunos tumores y otras masas anormales, neumonía, algunas lesiones, calcificaciones, objetos extraños en el cuerpo, problemas dentales y más.
Cuando hablamos de la columna vertebral, el estudio puede detectar fracturas, tumores, artritis, problemas en los discos, deformidades en la curva, osteoporosis e infecciones.
Si bien las imágenes que producen no son tan detalladas, los médicos recurren a ellas como primer paso para optar por un tratamiento. En conjunto con una tomografía, los rayos X crean una imagen transversal de los huesos.
Existen cuatro tipos comunes de rayos X en la columna:
- Cervical: imagen de las 7 vértebras del cuello.
- Tórax: de las 12 vértebras torácicas.
- Lumbar y sacro: de las 5 vértebras lumbares y de las 5 del hueso sacro.
- Coxis: del hueso sacro y de las 4 vértebras coccígeas.
El estudio más común es el de cervicales y del área lumbar/hueso sacro.
Referencias: NHS
National Institute of Biomedical Imaging and Bioengineering
Johns Hopkins Medicine
Live Science