La epilepsia es el cuarto trastorno neurológico más común en el mundo. Con ella, las oleadas de actividad eléctrica en el cerebro causan convulsiones recurrentes. Resulta importante comprenderla para crear conciencia al respecto.
La epilepsia es una enfermedad crónica no transmisible del cerebro que afecta a unos 50 millones de personas en el planeta. Se caracteriza por convulsiones recurrentes, que son episodios breves de movimientos involuntarios que pueden afectar el cuerpo de forma parcial o general, y que a veces se acompañan de pérdida de la conciencia y del control de esfínteres.
Los episodios de convulsiones —que suelen durar de uno a tres minutos— son el resultado de descargas eléctricas excesivas en un grupo de células cerebrales. Diferentes partes del cerebro pueden ser el sitio de tales descargas. Las convulsiones varían desde breves episodios o sacudidas musculares hasta convulsiones severas y prolongadas. Estas últimas también varían en frecuencia, desde menos de una por año hasta varias por día.
Es importante aclarar que sufrir una convulsión no significa padecer epilepsia —casi el 10 por ciento de la población tienen una durante su vida—. La epilepsia se define como tener dos o más convulsiones no provocadas.
Esta condición es una de las que tienen un reconocimiento más antiguo, con registros escritos que datan del año 4000 A. C. El miedo, la incomprensión, la discriminación y el estigma social han rodeado a la epilepsia durante siglos; el estigma continúa en muchos países en la actualidad y afecta la calidad de vida de los pacientes y sus familias.
La causa de la epilepsia se desconoce en la mitad de los casos, aunque se sabe que la genética juega un papel importante. Las convulsiones también pueden ser causadas por cualquier cosa que dañe el cerebro, como las siguientes situaciones:
También es posible que las convulsiones aparezcan años después de que ocurra el daño cerebral.
Las características de las convulsiones varían y dependen del lugar del cerebro en el que comienza la perturbación y de cuánto se propaga. Hay síntomas temporales como la pérdida de la conciencia, alteraciones del movimiento, de los sentidos —incluida la vista, el oído y el gusto—, el estado de ánimo u otras funciones cognitivas.
Las personas con epilepsia tienden a tener más problemas físicos —como fracturas y hematomas por lesiones relacionadas con las convulsiones—, así como índices más altos de afecciones psicológicas, como ansiedad y depresión. Igualmente, el riesgo de muerte prematura en personas con epilepsia es hasta tres veces mayor que en la población general; las tasas más altas de mortalidad prematura se encuentran en países de ingresos bajos y medios, y en áreas rurales.
Una gran proporción de las causas de muerte relacionadas con la epilepsia, especialmente en los lugares ya mencionados, son potencialmente prevenibles, como caídas, ahogamientos, quemaduras y convulsiones prolongadas.
Hay muchos tipos diferentes de convulsiones, los cuales se describen a continuación:
Son las más reconocidas. La convulsión comienza con una pérdida repentina de la conciencia; luego, el cuerpo se vuelve rígido, seguido de sacudidas de los músculos. Es común que la persona se ponga rojo o azul, se muerda la lengua y pierda el control de la vejiga. Confusión, somnolencia, pérdida de memoria, dolor de cabeza y agitación suelen ocurrir al recuperar el conocimiento.
Comienza en la infancia, pero puede ocurrir en adultos. Estas convulsiones son breves e involucran miradas fijas, pérdida de expresión, falta de respuesta y detención de la actividad. A veces se observa un parpadeo de los ojos o movimientos de los ojos hacia arriba. La persona suele recuperarse enseguida y continuar con lo que estaba haciendo, sin recordar la convulsión.
Comienzan en un área del cerebro y afectan las partes del controladas por esa área del órgano. La convulsión puede involucrar movimientos, sentimientos, sensaciones o comportamientos inusuales. Las personas pueden tener diferentes niveles de conciencia durante estas.
Son convulsiones comunes que ocurren en aproximadamente 3 de cada 100 niños sanos de hasta 6 años. Están asociadas con una enfermedad que causa fiebre, como una infección viral, y generalmente son inofensivas.
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Las pruebas de diagnóstico incluyen lo siguiente:
La medicación es el principal tipo de tratamiento para la epilepsia y hasta el 70 por ciento de las personas logran controlar las convulsiones con la medicación adecuada. Sin embargo, los medicamentos no se prescriben para todas las personas que tienen una convulsión, ya que depende del riesgo de que tengan más convulsiones.
Al decidir si recetan o no, el médico considerará los siguientes aspectos:
Algunas personas necesitar probar más de un medicamento antes de obtener el control de las convulsiones.
Algunos pacientes no consiguen un buen control de las convulsiones a pesar de probar varios medicamentos.
La epilepsia a veces es causada por un área de tejido cerebral anormal. Si la cirugía puede extirpar este tejido, las convulsiones a menudo se reducen significativamente o incluso se detienen. La cirugía no pretende ser un sustituto de la medicación; por lo general, se investiga como una opción de tratamiento cuando la medicación no logra prevenir las convulsiones, especialmente en personas con convulsiones focales
El paciente debe someterse a varias pruebas antes de tomar una decisión sobre su idoneidad para una cirugía. En general, estas pruebas deben confirmar que todas las convulsiones se originan en el mismo lugar del cerebro y que esta área no está involucrada con funciones importantes como el habla o el movimiento. Luego, el médico discutirá con él o ella los posibles resultados de la cirugía para poder tomar una decisión informada. Cabe señalar que solo un pequeño porcentaje de personas con epilepsia son candidatos aptos para la cirugía.
Referencias: Better Health Channel
Organización Mundial de la Salud
American Association of Neurological Surgeons
Nationwide Children’s
Healthdirect Australia
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